Luis Evelio de Jesús piensa cada noviembre en la persona cuyo riñón le salvó la vida. En el día mundial del trasplante de órganos, invita a todos a ser donantes para mejorar la calidad de vida de otros.
A Luis Evelio de Jesús la vida le cambió el 17 de marzo de 2008. Un mes antes había sufrido de una fiebre muy alta pero solo fue hasta ese día cuando las consecuencias de la calentura se vieron reflejadas en su riñón: empezó a retener líquidos y tuvo que ir a urgencias. Luego de ecografías y exámenes de laboratorio le dijeron que sus riñones estaban dañados y tendría que someterse a diálisis. Hasta ese momento no había sufrido hipertensión ni ninguna otra molestia. Solo esa fiebre alta. Tenía 38 años.
Las diálisis eran tres por semana. Por fortuna logró establecer con su médico un horario que no obstaculizara su trabajo en una fábrica de fieltros. “Mi turno era de 4:30 p.m. a 9:00 p.m. y en esas cuatro horas leía o veía televisión”. Pero las diálisis lo dejaban agotado. Por eso cuando la trabajadora social de la unidad renal le contó sobre el programa de trasplantes, enseguida dijo sí. “Ella me ayudó para que la EPS me diera la autorización para entrar en la lista y para que me hicieran los exámenes”.
Fue aceptado. Tuvo que esperar 7 meses para que un riñón apareciera. En ese tiempo recibió por lo menos 3 llamadas que resultaron falsas alarmas. En una oportunidad fue a las 9 de la mañana y le dijeron que era posible que hubiera un órgano para él y que debía hacer el proceso de alistamiento, que consiste en no comer nada. Al otro día lo llamaron y le dijeron que siguiera su vida normal porque el órgano no era compatible. “Uno en esos momentos pierde la moral”, cuenta Luis Evelio.
Supo que la cuarta llamada era la vencida cuando le dijeron: “don Luis venga lo más pronto porque le salió el riñón”. Era noviembre de 2010 y llevaba 28 meses en diálisis. Necesitaba el trasplante pues mientras más tiempo pasaba en esa unidad renal más débil se encontraba.
“Llegué a la clínica con dos acompañantes para agilizar el proceso y enseguida me pasaron al quirófano. En ningún momento me dijeron de quién era el órgano ni ningún otro dato de la identidad de la persona que me salvó la vida. En algún momento pensé en lo triste que era esa vida perdida, pero al mismo tiempo sentí mucha alegría porque sabía que la mía me iba a cambiar”.
La cirugía duró tres horas y el organismo aceptó el riñón. En un primer momento los controles fueron cada cinco días y luego cada semana. Hoy los hace cada mes. “Al principio uno siente que tiene algo en el cuerpo prestado, uno siente que se mueve, pero eso es mientras se acomoda. Hoy ya está totalmente aceptado”. Solo tuvo un leve rechazo que se trató a tiempo con medicamentos.
Durante estos seis años su vida dio un vuelco, “ya no me siento cansado sino lleno de vida”. A sus 45 años está pensionado y se dedica al hogar conformado por su esposa y dos hijos, uno de 18 y otro de tres años.
“A los pacientes en diálisis a veces les da miedo tomar ese decisión, meterse al estudio pre trasplante y quedar en lista de espera. Hay muchos mitos y miedos al rechazo. Yo les digo que se arriesguen porque el que no arriesga un huevo no tiene un pollo. Y a los demás los invitó a que sean donantes de órganos porque eso ayuda a que otros tenga una calidad de vida mejor”.
En noviembre Luis Evelio cumplirá tres años con su nuevo riñón. Nunca celebra esa fecha, pero sí recuerda a esa persona anónima que le cambió la vida.
FUENTE: http://www.semana.com/vida-moderna/articulo/como-es-la-vida-con-un-trasplante/499028