Dos niñas trasplantadas con un solo hígado de un menor

Vall d’Hebron realiza un trasplante hepático split pediátrico, una técnica que consiste en dividir el órgano del donante para tener dos injertos funcionales para dos receptores distintos.

El hospital Vall d’Hebron de Barcelona ha vuelto a repetir una proeza que no realizaban desde 2002: un trasplante hepático pediátrico ‘split’, una técnica que consiste en dividir el hígado del donante en dos partes para obtener dos injertos plenamente funcionales. El donante era un menor de edad y el trasplante se realizó a dos niñas, una de ocho meses y otra de 13 años. Este procedimiento, reservado para casos excepcionales, es más habitual con donantes adultos, pero no con menores.

El trasplante hepático split es un procedimiento de alta complejidad. Se reserva para situaciones muy excepcionales y exigen un alto nivel de experiencia quirúrgica. Máxime si el donante también es un menor. “Es un tema anatómico. Cuanto más pequeño es el injerto y las venas que tienes que trasplantar, es más complejo”, apunta el doctor Jesús Quintero, de la Unidad de Gastroenterología, Hepatología, Apoyo Nutricional y Trasplantes Hepáticos Pediátricos del hospital.

Los primeros casos descritos de trasplante splitpediátrico se remontan a los años 80. A principios de la década de los 2000, Vall d’Hebron y los hospitales 12 de Octubre y La Paz de Madrid los llevaron a cabo por primera vez en España. Pero desde entonces, no se había vuelto a hacer. “Tienen que darse muchas circunstancias. Que haya un hígado infantil divisible, con dos receptores en la lista de espera que les encaje por el tamaño y que esté disponible todo el equipo médico y quirúrgico que se necesita”, agrega Ramón Charco, jefe de Cirugía Hepatobiliopancreática y Trasplantes.

Todas esas circunstancias se dieron el pasado julio. Un menor había fallecido y su familia había aceptado donar sus órganos. En la lista de espera aguardaban Naroa, de 13 años, y Roma, de ocho meses. La primera con una enfermedad metabólica y un cáncer de hígado. La segunda sufría el sídrome de Alagille, una patología genética rara que le había provocado una cirrosis. La única alternativa para ellas era un trasplante hepático.

UN DÍA DE ALTA ACTIVIDAD DE TRASPLANTES

El mismo día de la intervención de Naroa y Roma, Vall d’Hebron registro una alta actividad de operaciones relacionadas con los trasplantes.

En adultos, los equipos médicos realizaron cuatro extracciones (hígado, pulmones, riñnes y tejidos) e hicieron varios trasplantes: de hígado, de riñones, uno bipulmonar (dos pulmones a la misma persona). Ese mismo día también intervinieron en otro trasplante de riñón, que llegó a Vall d’Hebron para un receptor paciente del centro.

Además de la extracción del órgano y el posterior trasplante a las niñas, otro equipo del hospital se desplazó a otro centro para realizar una extracción de corazón, que se trasplantó a un paciente infantil de Vall d’Hebron.

Un médico y una enfermera de Vall d’Hebron se desplazaron fuera de Cataluña para realizar la extracción del hígado del donante. En el hospital, el equipo de Charco se alistaba para el proceso de división del órgano y, en dos quiróganos contiguos, se preparaba a las niñas para el trasplante. Tenían que hacerlo todo en menos de ocho horas.

“El hígado es un órgano segmentado. Cada segmento tiene un aporte sanguíneo por vena y arteria, doble vascularización y doble drenaje”, explica Charco. El procedimieno de división es complejo, pues hay que generar dos injertos, con sus respectivas venas y arterias, que funcionen perfectamente. “Generamos dos injertos, uno más grande que otro. Teníamos que asegurar una arteria, dos venas y un conducto biliar que funcione en cada segmento”, agrega el cirujano. Y así fue: el injerto más pequeño para Roma y el más grande (todo el lóbulo hepático derecho), para Naroa. “La complejidad es que las anastomosis [conexión de los vasos sanguíneos] hay que ir con cuidado y que nada altere esta unión porque hay riesgo de trombosis”, añade Charco.

De hecho, aunque sendas intervenciones fueron un éxito, la de Roma, por su corta edad, fue más compleja. Naroa se fue de alta a la semana de la operación, pero el bebé de ocho meses sigue ingresado. En su caso, la herida no podía cerrarse de inmediato: aunque se le implantó una parte pequeña del hígado, el injerto seguía siendo muy grande para su cuerpo y había que esperar a que se acoplase, poco a poco, a ese espacio. “Se le pone una malla para ir aproximando la piel, pero la herida ha de estar abierta unos días. Al 20% de los niños se les hace esta técnica porque es imposible cerrarlos de entrada”, matiza Charco.

En cualquier caso, las dos menores evolucionan favorablemente y Roma será dada de alta en pocos días.

FUENTE: https://elpais.com/ccaa/2018/08/07/catalunya/1533653229_607405.html

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